Equipo Coordinador JOC Guatemala.
La policía municipal de transito salió apaleada de la
populosa sexta avenida. Los medios de
información comercial masiva etiquetaron los hechos como disturbios,
vandalismo, destrucción y bestialidad. Pero de los actores centrales y
silenciosos no se dice nada: trabajadores informales, familias añejas criollas,
empresariado, alcalde municipal. Las redes sociales, con participación
mayoritaria de la incipiente capa social media (medio pobre, medio asalariada,
medio ilusa), expresaron a coro los argumentos de canche Arzú.
El hecho ocurrido tiene causas mas profundas, enlazadas a la
historia de nuestro país y a la realidad económica laboral, que condena a
diario millones de trabajadores y trabajadoras.
Las y los
trabajadores del sector informal. El escenario, en resumen es así: de 10
guatemaltecos, 7 están en el sector informal, y una buena parte en las calles,
mercados, plazas, semáforos, etc. De cada 200 mil jóvenes que se gradúan cada
año de diversificado, solo 10 o 15 mil consiguen un trabajo formal (que también
es explotado). El resto se ubica en el sector informal, sin prestaciones de
ley, sin seguridad social, sin cobertura
de jubilación, sin el aguinaldo para los tamales.
Y aunque se diga que no pagan impuestos, hay que recordar
que de las transacciones de “calle”, es de donde se paga el IVA, uno de los
principales ingresos fiscales que tiene el Estado de Guatemala. El sector
informal esta en esta población.
Si no se le deja vender para conseguir la comida diaria, una
reacción ocurrirá. Lo ocurrido en la sexta avenida, “los disturbios”,
representan reacciones a una política de represión, persecución y decomiso de
productos a las personas que venden en la calle diariamente.
Álvaro Arzú y el
viejo sentimiento criollo en la ciudad de Guatemala. Arzú es el rey de la
ciudad. Es el querido por su mezcla de ciudad europea en una de las capitales centroamericanas
más desiguales, violentas y segregadas. Su inversión se centra en las zonas
1,2, y en el centro logístico y residencia de la oligarquía guatemalteca (zonas
9, 19, 14, 15, 16). Perpetuado en la municipalidad como el único caudillo
sobreviviente de la metrópoli, mantiene la política de recuperar “la tacita de
plata”, olvidando a los empobrecidos de la periferia, y priorizando el ornato
del centro, en donde vive todavía la añeja oligarquía centroamericana, que
tiene el poder del país desde hacer 300 años.
En esta visión de ciudad, la pobreza, informalidad,
barrancos, lo NO ladino, migrantes del campo a la ciudad, desempleo, no tienen
cabida. Por ello hay que desalojarlo no solo del espacio físico, sino también
del imaginario de ciudad. Su lugar está en la periferia, lo autóctono –
turístico, en la nota roja de los diarios.
Una visión empresarial: El modelo actual de acumulación de
capital y estructura laboral le apuesta a la segregación, flexibilidad y el
modelo maquilero. Esto quiere decir que los pobres deben estar donde no se les
vea, donde produzcan a bajo costo, y fuera de los espacio de ganancia económica
(la tierra donde hay metales preciosos, los territorios con recursos hídricos,
los espacios turísticos que venden la imagen del país).
El consejo municipal representa la visión
empresaria-finquera, con una tradición de 300 años que sigue manteniendo la
premisa de invisibilizar a la clase trabajadora, a la naturaleza que explotan y
al pueblo que construye la infraestructura que disfruta la oligarquía (como el paseo la sexta).
La contradicción y los invisibles al ataque:
Sobre las condiciones mencionadas no es raro entender que la
violencia y el rechazo a los desalojos aparezcan. Cuando 7 de 10 personas están
en ese sector, no podrán ser invisibles mucho tiempo, esto no podrá permanecer
mucho tiempo en la periferia de la sexta avenida, en la orilla de la ciudad, en
la montaña lejos de las luces y el consumo.
A los vendedores se sumaron los que odian a Emetra, los que
no trabajan, los que fuman marihuana en la zona 1, los que asaltan a los
descuidados de la sexta, “los nadie”. Esto es el reflejo de la contradicción de
nuestro modelo de país, y de la reacción de las y los trabajadores, que siguen
vivos, escondidos bajo los análisis actuales donde el trabajo es una categoría
obsoleta.
Esta contradicción seguirá estallando de diversas formas, y
es el compromiso de las organizaciones populares canalizarla, hacerla
movimiento y acción transformadora, que rompa con la histórica impunidad y
desigualdad que caracteriza a Guatemala.
***Fotos Prensa Libre, y Prensa Comunitaria.