viernes, 11 de noviembre de 2016



Pedradas, garrotazos, informalidad y el agotamiento frente al modelo criollo en la ciudad de Guatemala.

La policía municipal de transito salió apaleada de la populosa  sexta avenida. Los medios de información comercial masiva etiquetaron los hechos como disturbios, vandalismo, destrucción y bestialidad. Pero de los actores centrales y silenciosos no se dice nada: trabajadores informales, familias añejas criollas, empresariado, alcalde municipal. Las redes sociales, con participación mayoritaria de la incipiente capa social media (medio pobre, media asalariada, medio ilusa), expresaron a coro los argumentos de canche Arzú.
El hecho ocurrido tiene causas más profundas, enlazadas a la historia de nuestro país y a la realidad económica laboral, que condena a diario millones de trabajadores y trabajadoras.
Las y los trabajadores del sector informal. El escenario, en resumen es así: de 10 guatemaltecos, 7 están en el sector informal, y una buena parte en las calles, mercados, plazas, semáforos, etc. De cada 200 mil jóvenes que se gradúan cada año de diversificado, solo 10 o 15 mil consiguen un trabajo formal (que también es explotado). El resto se ubica en el sector informal, sin prestaciones de ley, sin  seguridad social, sin cobertura de jubilación, sin el aguinaldo para los tamales.
Y aunque se diga que no pagan impuestos, hay que recordar que de las transacciones de “calle”, es de donde se paga el IVA, uno de los principales ingresos fiscales que tiene el Estado de Guatemala. El sector informal esta en esta población.
Si no se le deja vender para conseguir la comida diaria, una reacción ocurrirá. Lo ocurrido en la sexta avenida, “los disturbios”, representan reacciones a una política de represión, persecución y decomiso de productos a las personas que venden en la calle diariamente.

Álvaro Arzú y el viejo sentimiento criollo en la ciudad de Guatemala. Arzú es el rey de la ciudad. Es el querido por su mezcla de ciudad europea en una de las capitales centroamericanas más desiguales, violentas y segregadas. Su inversión se centra en las zonas 1,2, y en el centro logístico y residencia de la oligarquía guatemalteca (zonas 9, 19, 14, 15, 16). Perpetuado en la municipalidad como el único caudillo sobreviviente de la metrópoli, mantiene la política de recuperar “la tacita de plata”, olvidando a los empobrecidos de la periferia, y priorizando el ornato del centro, en donde vive todavía la añeja oligarquía centroamericana, que tiene el poder del país desde hacer 300 años.
En esta visión de ciudad, la pobreza, informalidad, barrancos, lo NO ladino, migrantes del campo a la ciudad, desempleo, no tienen cabida. Por ello hay que desalojarlo no solo del espacio físico, sino también del imaginario de ciudad. Su lugar está en la periferia, lo autóctono – turístico, en la nota roja de los diarios.
Una visión empresarial: El modelo actual de acumulación de capital y estructura laboral le apuesta a la segregación, flexibilidad y el modelo maquilero. Esto quiere decir que los pobres deben estar donde no se les vea, donde produzcan a bajo costo, y fuera de los espacio de ganancia económica (la tierra donde hay metales preciosos, los territorios con recursos hídricos, los espacios turísticos que venden la imagen del país).
El consejo municipal representa la visión empresaria-finquera, con una tradición de 300 años que sigue manteniendo la premisa de invisibilidad a la clase trabajadora, a la naturaleza que explotan y al pueblo que construye la infraestructura que disfruta la oligarquía (como el  paseo la sexta).

La contradicción y los invisibles al ataque:
Sobre las condiciones mencionadas no es raro entender que la violencia y el rechazo a los desalojos aparezcan. Cuando 7 de 10 personas están en ese sector, no podrán ser invisibles mucho tiempo, esto no podrá permanecer mucho tiempo en la periferia de la sexta avenida, en la orilla de la ciudad, en la montaña lejos de las luces y el consumo.
A los vendedores se sumaron los que odian a Emetra, los que no trabajan, los que fuman mariguana en la zona 1, los que asaltan a los descuidados de la sexta, “los nadie”. Esto es el reflejo de la contradicción de nuestro modelo de país, y de la reacción de las y los trabajadores, que siguen vivos, escondidos bajo los análisis actuales donde el trabajo es una categoría obsoleta.

Esta contradicción seguirá estallando de diversas formas, y es el compromiso de las organizaciones populares canalizarla, hacerla movimiento y acción transformadora, que rompa con la histórica impunidad y desigualdad que caracteriza a Guatemala. 

JOC GUATEMALA 

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